Nada quedó por decir. El debate universitario, como parte del Congreso de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), resultó polémico, enriquecedor, sin medias tintas. Abarcó temas que afectan al estudiante allí donde transcurren cinco años trascendentales de su vida, pero también incluyó otros asuntos de la sociedad cubana contemporánea. (Tomada de Cubadebate)
Muchos coincidieron en que si la brigada —núcleo fundamental de la organización— funciona mal, sus miembros van a estar desorientados, sin lograr una identificación efectiva con la FEU ni comprender sus procesos fundamentales. De ahí parte la necesidad de romper con los formalismos, las posturas esquemáticas y dar luz verde a iniciativas propias.
La participación de los estudiantes en la toma de decisiones constituyó una arista recurrente, pues a pesar de que sus representantes tienen voz y voto en los Consejos de Dirección y asisten a las Comisiones de Carrera, en ocasiones desaprovechan esas oportunidades. Los disímiles cuestionamientos a los planes de estudio ratifican el planteamiento de la masa estudiantil.
Asistí como invitado a varias asambleas y pude observar la profundidad de los análisis, aunque hubo, igualmente, criterios que tienen su origen en la falta de información. Se escuchó con receptividad y respeto cada idea, sin careos ni revanchismos; sabido es que de la discusión franca surgen las mejores soluciones.
En el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) se generó un intercambio acerca del 20 por ciento de asistencia, que condiciona la presentación a exámenes. En la Universidad de las Artes la preocupación estuvo en cómo protagonizar una FEU que tenga en cuenta las características peculiares de la institución. En la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (CUJAE) un delegado afirmó que la culpa de los problemas “no la tiene nadie” y alguien respondió que “la culpa es de todos nosotros”.
Particularmente, disfruté el Congreso en el Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicadas (InSTEC). Noté en los jóvenes sentido de pertenencia, interés por el estudio, afán por resolver los problemas internos. El presidente de la FEU allí condujo magistralmente el debate; lo hizo de pie, sin el protocolo de la silla y el micrófono de una presidencia.
A lo largo del territorio nacional estos debates incentivaron el entusiasmo y el protagonismo de la organización.
En todos sobresalió el interés del estudiantado de participar más en el proceso de actualización del modelo económico para que las universidades cumplan con esa vocación social que defendió Julio Antonio Mella.
Del líder estudiantil es la frase que preside el Octavo Congreso de la FEU: “Todo tiempo es corto para hacer.”
Por ello, a partir de ahora, cuando culmine la cita en La Habana, cada palabra dicha, cada propuesta hecha, cada solución encontrada, necesitará sobrepasar la frialdad de los informes y adquirir vida propia. Deberá, sobre todo, encontrar el cauce necesario para que la FEU siga con la vitalidad y la hidalguía que ha forjado durante más de 90 años en la historia de Cuba.