Para sentir más de cerca a Gabriel García Márquez, figura esencial del Nuevo Cine Latinoamericano, el Festival dedicó un coloquio en el que el ilustre colombiano fue recordado con esa presencia vital que el adiós definitivo no opaca.
La sala Glauber Rocha de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano acogió este domingo a distinguidas personalidades entre las que se encontraban el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, los directores de cine Manuel Pérez Paredes (Cuba), Sergio Cabrera y Lisandro Duque, de Colombia; la escritora y guionista Lucía Puenzo, de Argentina, y el escritor y guionista cubano Senel Paz.
Un Gabo elocuente, refiriendo sus impresiones acerca de la entrañable amistad que lo unió con el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro y captado en el trabajo audiovisual Conversando con García Márquez, de la realizadora Estela Bravo, fue la acción de apertura del coloquio.
Entre las ideas sobresalientes del material se aprecia a García Márquez remarcando la personalidad de Fidel a quien admiró como revolucionario, y como ser humano en un sentido más amplio, y recoge las impresiones del Gabo destacándolo como acucioso lector y hombre espontáneo, a la vez que ejemplifica con varias anécdotas la perseverancia del amigo en el empeño por conseguir sus propósitos.
Con la emoción a flor de piel después de la exhibición de la muestra, el auditorio escuchó a los panelistas. Pérez Paredes se refirió a la lealtad probada del Gabo a Fidel. “Gabo ignoró ‘precio y costo’ y demostró ser de una integridad ejemplar” teniendo en cuenta que “la amistad entre ambos se desarrolló en décadas extremadamente complejas y difíciles para las diferentes responsabilidades que ambos desempeñaban en el mundo en que vivimos”.
Recordó a Gabo como una “personalidad con prestigio indiscutible, continental e internacional” en quien confió Fidel para dirigir la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano, “el colombiano, latinoamericano, Caribe por genes culturales, y universal, el periodista, escritor, cineasta, promotor y soñador, que presidió la Fundación acompañado de cineastas de 15 países de América Latina y el Caribe”.
La capacidad de acercar, unir y tirar puentes, a partir de una “coherencia moral en la que la amplitud no abandonaba los principios como hombre comprometido” fueron otros de los apuntes de Pérez Paredes que dieron paso a otras intervenciones que abordaron al homenajeado. Para Puenzo, quien fue su alumna en la Escuela de Cine Latinoamericano, es inolvidable el saldo que le dejara el Maestro insistente en la observación de los detalles más exquisitos para conseguir ser un narrador de historias.
Cabrera significó el apoyo que le brindara García Márquez cuando por falta de recursos y otras dificultades vio que se frustraba la marcha de una de sus películas, la que más tarde sería un hecho gracias a la pasión con que Gabo apadrinó el proyecto.
Enjundiosas anécdotas y de valoraciones calaron en las palabras de Duque y Senel. El primero aseguró que al Gabo “no lo asustaba lo grande” y que tenía el don de magnificar lo trivial; en tanto el cubano se refirió a las sabias estrategias llevadas a cabo por el maestro para transmitir sus conocimientos a los estudiantes de la Escuela.
Las palabras de Retamar —quien evocó las figuras inolvidables de Alfredo Guevara y Julio García Espinosa en este momento de recordaciones— aludieron brevemente a la relación del Gabo con la Casa de las Américas y con Haydée Santamaría y concluyeron con la lectura de una reseña que le hiciera a la novela El amor en los tiempos del cólera.
La presentación del libro Los amores contrariados, García Márquez y el cine, de la historiadora costarricense María Lourdes Cortés, a cargo de Alquimia Peña, directora de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y el escritor y poeta venezolano Edmundo Aray, pusieron fin a una mañana en la que el hálito de García Márquez habitó uno de los espacios más disfrutados del Festival.Granma