Alicia

alicia-alonsoLa Habana, dic 22._Este domingo 21 de diciembre,  Alicia Alonso, una de las más grandes figuras en toda la historia de la danza escénica, celebró el aniversario 94 de su natalicio, rodeada del respeto, la admiración y el cariño de sus compatriotas, en un tributo al que se sumará también  su legión de admiradores en las cuatro esquinas del mundo. Una gloriosa carrera como bailarina, iniciada el 29 de diciembre de 1931, como alumna de la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro- Arte Musical de La Ha­bana y finalizada en el Teatro Massini, de Faen­za, Italia, el 28 de noviembre de 1995, la colocó para siempre en el sitial  que Terpsícore escogió para sus elegidos.

Pero no fue solamente ese ré­cord de permanencia sobre las tablas, brillar en un re­pertorio de más de títulos, tanto del le­gado romántico-clásico como los de una gran contemporaneidad, representarnos en 61 países de los  cinco continentes como bailarina, coreógrafa, maestra y directora, las razones de esa singularidad que le han reconocido los públicos y la crítica mundial  y a la  que hoy rendimos pleitesía.

Pa­ra la mayoría  de sus admiradores y  especialmente para no­sotros los cubanos,  su hazaña mayor radica en no haber perdido nunca la confianza en el talento que vio en su pueblo desde etapas in­ciertas, cuando la grandeza actual de nuestro ballet  era una utopía, un sueño que ni siquiera los más visionarios podían imaginar.

“Desde los inicios de mi carrera —ha dicho siempre— tuve que lu­char contra los prejuicios y los complejos so­bre el talento de los cubanos. En nuestro país mu­chos sectores no creían  posible que pudiéramos cultivar un arte tan bello y refinado como el ballet. Pero probamos que sí se podía. Luego, cuando tuvimos que irnos al extranjero para hacer una carrera profesional, querían identificarnos úni­camente  con la rumba. Y no solo logramos ha­cernos bailarines respetados, sino algo ma­yor, crear en nuestra patria una de las más grandes compañías de ballet y un estilo propio, ese que hoy día el mundo reconoce como la Escuela Cu­bana de Ballet”.

Para los que hemos tenido durante tantos años el privilegio de tenerla muy cercana, sobrecoge verla todavía sin variar esa eticidad,  que  no solamente incluye la defensa a ultranza de los sólidos principios técnicos, estéticos y estilísticos de esa Escuela, sino también los valores fundamentales de toda la cultura de su patria, a cuyo servicio ha puesto siempre toda la grandeza que supo conquistar. A esta altura de su vida y en las lógicas circunstancias en las que el paso del tiempo la ha colocado,  sigue siendo, como bien la definiera Juan Marinello “un ímpetu tenaz, frenético, he­roi­­co, disparado contra la enfermedad y contra el tiempo”.

Una vez, a principios de mi cercanía a ella, que ya se aproxima al  medio siglo, le pregunté por qué recibía tan jubilosa el advenimiento de cada nuevo cumpleaños. Sin meditarlo mucho me dijo: “porque es el testimonio de que estamos vivos y ello conlleva el compromiso de que tenemos que seguir adelante, creando, dando lo mejor que podamos en cada momento”.  Y hace pocos días, en un íntimo diálogo, después de reunirse con los miembros de la compañía que sa­lían de gira, me regaló estas reflexiones que deseo compartir: “Nunca me he conformado con lo que he hecho y he luchado por lo más y lo mejor. El quehacer de un ser humano no debe detenerse jamás. Hay que tener la voluntad de vencer,  mientras tengamos fuerzas, porque hasta la propia muerte, que parece invencible,  si se lucha, sobre todo con optimismo,  podemos alejarla. He pensado siempre que un artista,  cada vez que sale a un escenario,  debe entregarlo todo, salir con la decisión de morirse sobre él si es necesario, pero después de haber entregado lo que el  público esperaba de él”.

Justamente el día de su onomástico, el Ballet Nacional de Cuba culminó dos giras simultáneas, una en Turín, Italia, y la otra en Burlintong, Canadá. Creo que los grandes éxitos cosechados en las mismas y el cumplimiento del diario  deber por el colectivo que dirige,  sirven  para reiterarle  el compromiso de que su obra permanecerá como un sagrado legado a preservar,  frente a cualquier tipo de adversidad. Esa firme decisión es el mayor regalo que podemos hacerle  en día tan especial.Cubadebate

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