Florida, 13 dic.- El 13 de diciembre de 1994 el Sol se vistió de esperanza, para celebrar el primer encuentro entre dos gigantes que dejaron huellas profundas e imperecederas en los caminos de la libertad y la dignidad de América Latina y del mundo entero.
Al pie de la escalerilla de aquel avión que llegaba a Cuba desde la tierra de Simón Bolivar, esperaba con ansiedad una leyenda viva: el hombre curtido por la lucha liberadora de su pueblo, el mejor discípulo de José Martí, el héroe de mil batallas con su legendario traje verde olivo adornado por 58 años de historia, el mismo que un día prometió librar una contienda incansable contra el Imperialismo y su política agresora…
La puerta de la nave aérea se abrió y descendió de ella, sorprendido por la magnitud de la bienvenida, el Hijo de Barinas; la semilla de revolucionario que comenzara a germinar dos años atrás, luego de protagonizar un fallido levantamiento militar en busca de expulsar a los malos del templo sagrado de su hermosa Venezuela… La prisión fecunda fue su castigo durante dos años…
En estos hombres se repetía la historia. Ambos se fundieron en un fuerte abrazo que significó el nacimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), de Petrocaribe, de la Misión Milagro, la alfabetización y la palabra para millones de seres humanos, la recuperación de la soberanía y el derecho a la vida en los pueblos de Nuestra América.
Fidel y Chávez; Chávez y Fidel. Una coincidencia del destino; un misterio maravilloso que nos acompañará por siempre; Una amistad sin límites, sin manchas, signada por el respeto y la admiración recíproca; por la incondicional entrega a la felicidad de otra gente, y extendida hasta la muerte, en una amalgama que cimentó la unidad de dos naciones hermanas.(Pedro Pablo Sáez/Radio Florida)