Cada Nochevieja, a las 12:00, más allá de los besos y los abrazos, los himnos, los cañonazos y los esporádicos fuegos de artificio, de los cubos de agua y los votos, vienen a mi mente, como un aldabonazo de conciencia, los tañidos de la campana histórica que hace ciento cincuenta años unió a amos y trabajadores esclavos, a blancos y negros, para fundar la Patria. Sigue leyendo