Florida, 27 jun.- Tenemos la suerte de vivir en Cuba, donde a pesar de las carencias materiales y tensiones impuestas por el imperialismo yanqui tenemos libertad verdadera, paz y tranquilidad para ver crecer a nuestros hijos, sin el miedo de verlos perderse o morir bajo el impacto de la guerra y los males de la sociedad capitalista y desigual que pretenden para nuestro pueblo.
Con estas palabras, más o menos, una madre residente en la zona rural de Florida defendió la valía del sistema social escogido por el país que le regaló a su hijo la posibilidad de continuar estudios en una escuela para maestros de educación física, sin tener que pagar por ello ni un solo centavo.
Realidades como estas son las que pretende destruir el gobierno actual de los Estados Unidos con la aplicación del Título Tercero de la Ley Helms Burton, junto al reforzamiento de su criminal bloqueo económico, comercial y financiero, y la aprobación de nuevos fondos para la subversión ideológica y la fabricación de líderes de oposición en nuestro país.
Sin embargo, el imperio se equivoca una vez más en su política hostil contra el mismo pueblo que probó más de una vez su determinación de resistir presiones sobre la base de la unidad en torno a su liderazgo político y del apego a los principios del socialismo.
La absurda posibilidad de reclamar antiguas posesiones de los monopolios imperiales y de los personeros y beneficiarios de la dictadura batistiana provocaría la risa entre los cubanos, de no ser por la certeza de que sólo la defensa de la verdad y el rechazo contundente a tamaña estupidez evitará que la casa blanca pueda avanzar en su propósito de engañar al mundo para destruir a la Revolución cubana.
La voz de los nacidos aquí a lo largo de 60 años se multiplica desde oriente hasta occidente para decirle a Donald Trump y a su séquito de balcones trasnochados que Cuba no se rendirá jamás.
Que jamás traicionará la gloria de los miles de combatientes caídos por la independencia nacional; que jamás entregaremos las propiedades conquistadas para el bien común, y que quien intente apoderarse de ellas por la fuerza solo escogerá polvo y ceniza como lo hicieron los españoles en aquel Bayamo mambí de 1868, si antes no perece en la batalla contra la intransigencia de un pueblo entero.
Pedro Pablo Sáez