Florida, 21 ene.- Amigos míos, lo que voy a repetir en este comentario ya se ha dicho por todos los medios y vías posibles para que se comprenda y se actúe en consecuencia: Cuba transita ahora mismo por una situación sumamente compleja en el enfrentamiento a la pandemia de la COVID-19, a partir del reporte diario de cientos de personas infectadas, y un arrastre de miles de contactos directos e indirectos que también pudieran ser víctimas del nuevo coronavirus.
Frente a tal escenario no pocos se preguntan y cuestionan qué es lo que falló para que un país como el nuestro atraviese por semejante aprieto, con un sistema de salud robusto y considerado entre los mejores del mundo por su capacidad para enfrentar este tipo de contingencias, curtido en el enfrentamiento de epidemias como el dengue y tantas otras; con el mayor porciento de médicos por cantidad de habitantes y con una medicina preventiva arraigada desde el nivel primario, donde el Médico y la Enfermera de la familia juegan un rol fundamental en la propia comunidad donde radican.
¿Qué falta, si los científicos cubanos no duermen ni descansan en la propuesta de fórmulas medicamentosas y en la implementación de protocolos clínicos y terapéuticos en el objetivo de salvar vidas y minimizar el impacto del coronavirus, mientras que el gobierno de este país pequeño, sin grandes recursos naturales, bloqueado por el imperio más poderoso y brutal del planeta, en medio de una crisis inédita de abastecimientos externos y autóctonos y con las arcas de divisas agotadas por tantos gastos y meses de inactividad en las mayores fuentes de ingresos del país, el Gobierno central, bajo la guía del Partido Comunista, se ocupa y se preocupa, busca alternativas, vela por cada enfermo y multiplica existencias para que nadie quede desamparado en la batalla por la calidad de vida y el bienestar de todo un pueblo?
¿Qué falta, reitero, para reducir al mínimo un flagelo que puede tensar y hasta romper la cuerda de la estabilidad social, política y familiar también aquí en nuestro suelo sagrado, si no somos capaces de remachar en la conciencia y ponernos a buen recaudo de su contagio, arropando a nuestros niños y ancianos para que la culpa no quede como único recuerdo y remordimiento si algo los impactara por nuestra negligencia.
Lo digo con toda la extensión de las palabras: faltan la responsabilidad, la disciplina y la solidaridad de un grupo numeroso de individuos necios, incapaces de asumir el uso correcto del nasobuco y respetar las medidas de aislamiento y distanciamiento social; faltó, y todavía falta en ciertos lugares, la exigencia de quienes deben implementar, velar y exigir el cumplimiento de las medidas y barreras higiénico sanitarias. Faltan multas ejemplarizantes. Falta sistematicidad y veracidad en la pesquisa.
Sobran las colas. Sobra la confianza excesiva en que a mí no me tocara el muerto, y sobra el abuso y la desconsideración de algunos sobre la capacidad de una medicina revolucionaria y humanista que sabemos gratuita, universal y activa, pero que cuesta y no puede hacer milagros…
No menciono aquí la capacitación, las charlas educativas y la información oportuna, porque a estas alturas de la batalla contra la COVID-19 hasta los niños lactantes conocen la fiereza y contagiosidad del nuevo coronavirus. Resulta ridículo, peligroso y demasiado egoísta insistir en actitudes y actuaciones imprudentes como los abrazos, los besos, la bebedera de ron a pico de botella en ciertas peñas, junto a los festejos y reuniones familiares de bienvenida o despedida a viajeros vestidos de verde y parientes de otras provincias, cuyas aguas, aun cuando se alertó del peligro, trajeron estos lodos que hoy enfangan la tranquilidad de todo un pueblo.
Concluyo con la frase que le escuche decir a una vecina mía en buen cubano: Es la hora de recogerse a un buen vivir si es que se quiere estar lejos de la estadística de enfermos o fallecidos por la COVID-19. Usted podrá sentirse muy joven, muy fuerte o muy sano pero no olvide nunca que la muerte es loca y… el resto de la sentencia… esa la dejo a su reflexión, conciencia y capacidad de prevención. (Pedro Pablo Sáez/Radio Florida)