Vivir al margen: ¿Cómo gestar el cambio? (II)

Vivir al margen: ¿Cómo gestar el cambio?

La Habana, 30 nov.- Anthony y Yasnel apenas se parecen: uno es más flaco y luce rayitos a la moda; el otro, más bajito, lleva el pelo corto. Si uno usa abrigo sobre el uniforme completo, el otro ni se entera del frío, le basta con el short y el pulover de la última clase de Educación Física. El primero habla con la calma de a quienes les cuesta entrar en confianza; el segundo mira a los ojos desde el primer momento, con expresión desafiante.

Son diferentes también a la hora de narrar. Anthony es más serio, responsable, incluso tímido, pero los otros niños lo miran como si fuera el líder. Cuenta las cosas buenas que ya tiene el barrio, las que identificaron en la actividad Mapa Verde del proyecto Casa Adentro. Habla del consultorio, del Joven Club, de las viviendas que se construyen, de aceras y calles asfaltadas, de la escuela recién pintada. “También dijimos todo lo que aún hace falta: un cajero, un parque deportivo para jugar…”.

Yasnel lo interrumpe, desborda elocuencia. No se acobarda frente a cámaras o periodistas; con palabras de persona mayor, enumera soluciones y también problemas. En la actividad del mapa -dice- dibujaron las necesidades del barrio. “Aquí hace falta un cuerpo de guardia, para cuando los niños que somos asmáticos tenemos falta de aire. Ahora, gracias a Dios, le pusieron las tuberías y el agua a la gente de por allá abajo, llevaban meses pidiéndolo”.

Anthony, Yasnel y Lianys, alumnos de la escuela primaria Amistad Cuba-Mexico. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Los dos niños apenas tienen 10 u 11 años, cursan el cuarto grado en la escuela primaria Amistad Cuba – México. Responden a las preguntas de estos periodistas desde “un patio inmenso” donde se respira y escucha la alegría de quienes por fin vuelven a las clases. “Uff, esa encerradera nos tenía mal”, insisten.

A pesar de su corta edad -o quizás por ello-, están al tanto de todo lo que sucede a su alrededor. Como los otros casi 1 500 habitantes de “El Fanguito”, perciben desde hace unos meses aires de transformación. En las últimas semanas, además, son protagonistas del proyecto Casa Adentro, coordinado por el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) en esa localidad del municipio habanero Plaza de la Revolución.

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El Fanguito. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Lo dijimos hace una semana: conceptualizar la marginalidad, aterrizar sus implicaciones en la realidad cubana, no resulta sencillo. Sobre todo, porque aún no hay consensos definitivos entre quienes investigan el tema o palpan sus ramificaciones.

Pero en los tiempos que corren urge analizar sus causas, características y consecuencias; para, en función de ellas, diseñar estrategias sistemáticas y efectivas de atención social en las comunidades vulnerables. Prevenir la marginalidad y evitar su reproducción parece pasar por claves inaplazables: ir de adentro hacia afuera, centrarse en la gente, garantizar la participación.

Para el Doctor en Ciencias Psicológicas Ovidio D´Angelo Hernández, más allá de la polémica connotación del concepto, la marginalidad apunta a un modo de vida diverso con sentidos compartidos.

“Expresa condiciones de vida específicas de precariedad en el orden material individual, familiar, colectivo, comunitario y también patrones comportamentales y subjetivos que implican una escala de valores que se reproduce desde la familia, la colectividad del ambiente barrial y su relativa descolocación de una inserción social más amplia”.

En las comunidades donde se confirma suele constatarse violencia, adicciones nocivas o patrones de sobrevivencia, pero no necesariamente “están ausentes valores de cooperación intergrupal, identidad nacional y otros, que pueden ser atractores de crecimiento humano social”, apunta el investigador del CIPS.

Joel Suárez, coordinador general del Centro Martin Luther King (CMLK), coincide. Durante las visitas a los barrios donde la Red de Educadores Populares asociada al centro coopera, conoció personas que aún viviendo en las condiciones más humildes están en “la primera línea de combate”.

“Tienen frente a su casa una mesita con productos para revender: el pomo de aceite, la cajetilla de cigarros Criollo, un paquetico de detergente… Sin embargo, a pesar de la deuda acumulada que pudiera tener la Revolución hacia ellas, son personas que están en la línea de frente de cualquier movilización, que mueren con el machete en la mano por este país”, relata.

Para la especialista del Ministerio de Cultura Lizette Martínez Luzardo el asunto implica otras consideraciones. La también diputada coordina el trabajo comunitario en tres municipios de Habana del Este e insiste en no obviar todos los servicios básicos que, incluso en comunidades vulnerables, las personas tienen garantizados.

“En los lugares donde trabajamos las personas tienen acceso a salud, educación, libreta de abastecimiento y otros servicios básicos. Participan de las elecciones populares, eligen y tienen un delegado que los representa. Todos los niños, aunque no tengan dirección en La Habana, van a la escuela. Además, fueron de las primeras zonas en iniciar la vacunación contra la covid-19”, relata.

No obstante, señala, la marginalidad es un fenómeno que comprende limitaciones reales y la decisión de cada persona de participar o no en la vida social de un país.

Probablemente por todos estos matices, los investigadores advierten que el tema supone un desafío social e investigativo. “Tiene múltiples dimensiones: económica, ambiental, política… Es una ruptura sistémica, que tiene que ver con los procesos de integración y desintegración social; un eslabón indeseado de la estructura social, puntos ciegos de las políticas sociales; el espacio a dónde no se ha llegado de la mejor manera”, comenta la doctora Rosa Campoalegre Septien.

Lo fundamental, en su opinión, es entender las causales y analizar cómo tender puentes. “El propio concepto de estar ‘al margen’, crea una barrera para la integración social. Por eso, hay que repensar los conceptos”, dice la coordinadora del grupo de estudios sobre Familias del CIPS, de la cátedra Nelson Mandela y del proyecto Casa Adentro.

En sintonía con esta postura, Joel Suárez insiste en que las miradas hacia la marginalidad estén desterradas de todo vestigio de racismo subliminal entre quienes la observan y estudian.

¿Dónde están las causas?

La marginalidad, como hemos visto, es un fenómeno multidiverso, aunque con ribetes reconocibles y raíces históricas, socioeconómicas, culturales. “Ya otros colegas han referido causas como las migraciones internas, las implicaciones de períodos socioeconómicos de retrocesos, falta de una prioridad sostenida de conservación de medidas sociales desarrolladoras, la persistencia de patrones socioculturales familiares y barriales desintegradores, así como de formas de exclusión subyacente en lo relativo a género, generación, racialidad, discapacidad, entre otros”, resume el doctor Ovidio D´Angelo Hernández.

A partir de los intercambios con pobladores de comunidades en Habana del Este, Lizette Martínez Luzardo identifica otras causas. Destaca la proliferación de la migración interna, las ocupaciones ilegales de tierras abandonadas y la dilatación del tiempo que pasan las personas en comunidades de tránsito, hasta convertirse en asentamientos por más de 10 años.

Refiere además la distancia a las que están ubicadas estas localidades y el hecho de que muchas personas no tengan direcciones legales en La Habana, como dificultades para acceder a la educación superior, al empleo e incluso a servicios con ubicaciones lejanas.

“Si vives en un lugar considerado una comunidad ocupada, ilegal y te presentas en un centro laboral, en primer lugar no tienes un antecedente que confirme si en tu provincia previa eras un buen trabajador. Además, vas a estar en desventaja cuando te hagan la comprobación porque en cierto modo eres una persona que está viviendo al margen de la ley, si de vivienda se trata”, explica.

A todo esto se suma la inconformidad social generada por el deterioro de ciertos servicios y otros problemas económicos. “Que no haya corriente, agua, que no recojan la basura, que no te puedan atender la salud ahora porque no están dando turnos, que el transporte sea cada vez más caro o más difícil… genera situaciones que no se pueden explicar de manera global, como parte de la crisis que tiene el mundo”, apunta Ernel Gonzales Mastrapa, decano de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología.

Una clave, dice, pasaría por explicar estos conflictos a las personas como parte de la realidad en la que conviven todos los días. “Es lo mejor que se puede hacer, pero no pasa siempre”.

Prevenir la marginalidad, algunas pistas

Hacer frente a la marginalidad depende, en primer lugar, de reconocer y entender su existencia con todos y cada uno de sus matices. Evitar su reproducción pasa por conectar con los intereses de las personas que viven en las comunidades más vulnerables y generar un cambio que vaya de adentro hacia afuera. 

Por tanto, las acciones deben empezar con la creación de políticas comunicacionales que revelen la diversidad nacional y mecanismos participativos, que levanten los problemas de la cotidianeidad, sus posibles soluciones. Así lo confirman los expertos entrevistados durante esta investigación.

Para Joel Suárez, “se debe reconocer que hay un dolor social del que somos responsables, inequidades no resueltas y justicia por ensanchar. Hay que hacer un fuerte trabajo con humildad, escuchar, padecer ese dolor y sufrimiento, allí donde lo haya”. El diálogo, la atención y el tener en cuenta a las personas involucradas como “antídotos para la marginalidad”, confirma la investigadora Rosa Campoalegre.

La prevención del fenómeno dependerá de la acción de la comunidad, la articulación de los diversos actores locales-comunitarios, la aplicación de un concepto de autogestión sostenible y el apoyo de las ciencias sociales; pero también de una atención priorizada de los gobiernos locales, políticas diferenciadoras más efectivas y posibilidades de opciones de desarrollo socioeconómico del país, destaca su colega Ovidio D´Angelo.

En función de ello, es necesario garantizar la educación de esas personas, analizar las causas y condiciones que inciden en la migración interna y trabajar de forma integral en las localidades afectadas.

“Se ha demostrado que con los mismos recursos que teníamos, porque el bloqueo no se ha caído y seguimos en una situación difícil, se ha resuelto un grupo de problemas fundamentales para la población que llevaba solo llegar, escuchar, poner a las personas a participar”, reconoce la diputada Lizette Martínez.

En su opinión, para que la labor social desplegada en los últimos meses sea efectiva es necesario realizarla de modo transversal. “Aunque el delegado, el miembro del CDR, el trabajador social o el diputado cumplan roles específicos, tenemos que verlo como un todo. La articulación entre todos los actores involucrados es fundamental”.

Además, destaca, no se puede trabajar para las masas, sino para cada persona y lugar específico. “En los 65 barrios de La Habana donde se está interviniendo, estos fenómenos no son iguales, las realidades no son las mismas. Por tanto, no puede aplicarse la misma receta”.

El valor más sagrado para la obra revolucionaria y así lo reza la Constitución es la dignidad del ser humano, recuerda Joel Suárez. Hay que restituir no sólo en lo material, sino también en lo espiritual.

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Las palomas sobrevuelan el Callejón de la Cubanía. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Basta con un par de minutos en el Callejón de la Cubanía para recordar aquellos versos de palanganas viejas y violetas en la voz hermosa de Liuba María Hevia. Allí, entre farallones de cemento y árboles de raíces pesadas, hay un nicho con una Virgen de la Caridad y un busto de Martí. Hay también girasoles y banderas pintados en las paredes, y objetos reciclados convertidos en obras de arte.

Además, hay palomas, muchas. Pero no son parte del proyecto que convirtió una callejuela casi abandonada en el centro de la vida cultural de El Fanguito. Vienen de un palomar improvisado con maderas y cartones en una casa cercana. Parecen, sin embargo, sumarse al ambiente de optimismo en un barrio donde han cambiado varias cosas, pero aún queda mucho por hacer.

Claudio Aguilera, promotor de la Uneac en la comunidad, lleva más de dos décadas viviendo allí, justo en esa calle. Durante años ha gestionado diversas iniciativas culturales para llevarle alegría a la gente. Pero sin apoyo y recursos, el arte que siempre hubo en el portal de su casa se resistía a salir más allá, en una comunidad abandonada, sucia, fea. Al menos fue así hasta hace un par de meses. Algunos se preguntarían, ¿por qué hubo que esperar tanto?

El teacher, como lo llaman los vecinos, nos habla de logros, sueños y fe. Insiste una y otra vez en la necesidad de escuchar a los que viven allí, “que sufren y desean”. “Aquí siempre hubo un nicho dedicado a la Virgen de la Caridad, fue hecho por un pescador a principios de los 60, pero estaba abandonado, vandalizado”, cuenta.

Claudio Aguilera, promotor cultural de El Fanguito. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Al comenzar el proceso de transformación de los barrios, con la llegada de nuevos proyectos y escuchando las peticiones de la gente, se propusieron arreglarlo. “Aquí la gente estaba falta de fe, necesitaba esperanzas. Por eso, en paralelo al proceso de reparación de calles y viviendas, hicimos este lugar donde se mezcla la religión y la historia patria; porque árbol sin raíz no prolifera”, añade Aguilera.

Ahora tienen una Virgen de la Caridad que perteneció a Rosa Fornés y un busto de José Martí, esculpido sobre piedra por un artista aficionado de allí mismo. Zenaida Cabrera, la delegada de la circunscripción, insistió en que el héroe también tenía que estar aquí. “Y tanto dio hasta que lo consiguió. Algunos dirán que no se parece, pero nosotros lo vemos perfecto, porque es el nuestro”, comenta el promotor cultural. Está convencido: algunas veces, a las cosas feas basta con ponerle amor.

Pasar de la teoría a la acción

Palacio de Pioneros ubicado en la comunidad El Fanguito. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Diversos centros de investigación, universidades, grupos culturales, organizaciones no gubernamentales y centros de formación en educación popular, entre otros, han desarrollado durante años proyectos comunitarios y actividades encaminadas a la transformación de barrios diversos. Así lo recuerda Ovidio D´Angelo Hernández, investigador del CIPS involucrado en acciones de este tipo, recientemente en las comunidades de La Timba y Cayo Hueso.

Hace un par de meses, a estas iniciativas aisladas se unió una intención gubernamental marcada de atender comunidades vulnerables. Solo en La Habana se identificaron 65 localidades con estas condiciones y se convocó a distintos actores para desarrollar una labor sistemática en ellas.

“Ante la evidencia de la realidad, reforzada por las acciones del 11 de julio, se incrementaron los apoyos estatales al mejoramiento de condiciones materiales en esas comunidades. Junto a ello, se realizó una convocatoria a los centros de ciencias sociales, por instancias del gobierno y CITMA provinciales, para su apoyo a la transformación social”, refiere D´Angelo Hernández.

Como consecuencia, la movilización de recursos de los organismos del Estado, la atención directa a las obras por funcionarios de los gobiernos municipales y la presencia de dirigentes provinciales y nacionales en las calles propició “un estado de satisfacción colectiva importante, aunque no todos los problemas se podrán resolver simultáneamente”.

En paralelo, más de 20 grupos de investigación y centros participantes se involucraron en el estudio de la vida cotidiana de los barrios, para complementar diagnósticos previos. La promoción de una articulación más efectiva entre actores locales y comunitarios al nivel de las circunscripciones, con vistas a afrontar los nuevos desafíos, se convirtió en un objetivo fundamental.

Para conseguirlo, los centros sociales implicados han realizado sesiones de trabajo con delegados del poder popular, trabajadores sociales, promotores socioculturales, educadores, organizaciones de masas, emprendimientos y empresas de la comunidad, funcionarios de los consejos de administración municipal y otros. “El propósito a lograr es que las tareas de la comunidad avancen hacia una auto-sostenibilidad, a partir de la promoción de proyectos de desarrollo y con apoyo de prioridades por el gobierno local”, apunta D´Angelo Hernández.

En medio de esos empeños destaca Casa Adentro, una iniciativa que da sus primeros pasos para articular ciencia, conciencia y corazón en El Fanguito. La doctora Rosa  Campoalegre, una de sus coordinadoras, explica a Cubadebate que agrupa a tres grupos del CIPS, al gobierno de Plaza de la Revolución, a la dirección de Trabajo de ese municipio, y a varias instituciones del país como el centro Félix Varela, el Centro Nacional de Educación Sexual, la Universidad de Pinar del Río, el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, y proyectos centrados en la imagen afro, entre otros.

Felicitas López Sotolongo. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

“Esto nos ha dado más fuerzas porque nos obliga a combinar diferentes miradas desde la religión, la familia, la creatividad, el trabajo, entre otros aspectos”, coincide Felicitas López Sotolongo, otra investigadora del grupo de estudios sobre Familias del CIPS involucrada en el proyecto.

Casa Adentro, añade, tiene como premisa no llegar e intervenir, sino acompañar al barrio durante el proceso de transformación. “Se llama así porque no solo vamos a mirar los aspectos exteriores, que los edificios estén más bonitos o las calles estén pavimentadas, sino que iremos más adentro, hacia las necesidades de la familia”.

Por tanto, nace de la propia fuerza del barrio, “que lucha, vive, aunque no seamos capaces de percibirlo, ni entenderlo en toda su dimensión”, argumenta Campoalegre, quien nació en La Corea, San Miguel del Padrón, otra de las localidades vulnerables inmersas en este proceso de cambio.

El lanzamiento del programa a principios de noviembre involucró a niños, adolescentes y jóvenes e incluyó un intercambio de saberes y consultas jurídicas sobre determinados temas que preocupan a la población. “Fue en el Palacio de Pioneros municipal e hicimos muchísimas actividades: donaciones de libros, tesoros escondidos, las muchachas del proyecto Afroestética peinaron a las niñas… fue muy bonito”, recuerda López Sotolongo.

A partir de ahí, realizaron talleres de sensibilización para conocer el barrio y definieron tres ejes de acción fundamentales: identificar los liderazgos internos, articular la cohesión de barrio -el apoyo estatal con las labores endógenas- y promover la base productiva de la comunidad, para que sea capaz de sostenerse.

Alumnos de la escuela primaria Amistad Cuba-Mexico. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

De conjunto con el centro Félix Varela, relata Campoalegre, se confeccionó el Mapa Verde, una metodología que permite identificar problemas y potencialidades del lugar, además de fijar espacios de construcción de nuevas realidades. “Este taller se hizo en la escuela Amistad Cuba – México, teniendo en cuenta que uno de los resultados esperados es convertirla en el centro cultural principal del barrio”.

Además, se visitaron los 14 CDR de la zona en busca de la información necesaria para echar a andar. “Nos emocionó ver la disposición que tienen estas personas de contribuir a la transformación. Además, tienen un conocimiento muy grande de su cuadra, de los niños, madres y ancianos que necesitan cuidados, de las cosas que más hacen falta”, relata López Sotolongo.

Como resultado, se empiezan a planificar acciones específicas para la atención a la tercera edad, el empoderamiento de la mujer y la ampliación del movimiento cultural. A la par, han identificado necesidades materiales concretas reclamadas por los habitantes del lugar y sirven como nexo con las autoridades gubernamentales.

Zenaida Cabrera, a la izquierda en la imagen. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Para Zenaida Cabrera Arango, delegada de la circunscripción 56 de El Fanguito, Casa Adentro significa en muchos sentidos un paso de avance para el barrio. “Es una continuidad que damos, sobre todo, a los jóvenes y los niños. Esto nunca se había vivido, yo llevo cuatro años como delegada y debo reconocer que nunca había vivido una revolución hacia adentro como esta”.

Cuenta que los investigadores del CIPS han pasado días y días caminando por el barrio para conocerlo mejor. “Tuvimos un debate con ellos y otros actores donde se reafirmó que las transformaciones debían nacer de la propia comunidad. Todo el que quiera llegar nosotros lo recibimos, pero que nos pregunten, nos tengan en cuenta”.

Con ese principio como ruta fundamental, con el barrio como protagonista clave, los investigadores que sueñan Casa Adentro se preguntan una y otra vez qué funciona, qué se debe adecuar y cuáles son los aspectos a impulsar en el futuro. “Lo más importante es articularnos, aprender a escuchar, comprendernos los unos a los otros y no imponer criterios”, insiste Sotolongo.

Del otro lado de la ciudad, la funcionaria del Ministerio de Cultura Lizette Martínez coordina las labores de transformación en tres comunidades de Habana del Este: Berroa, Tierra Brava y 8 de Enero. “Hemos trabajado desde esa visión de la cultura donde todo el mundo puede aportar su granito de arena”, cuenta.

Trabajo comunitario en Berroa, Habana del Este: Foto: Lissette Martínez.

De conjunto con el CMLK  y su Red de Educadores Populares, el proyecto Nuestra América, las Brigadas José Martí, los Talleres de transformación del barrio, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), los CDR y otros factores de la comunidad, han realizado acciones sociales, culturales y debates con los líderes comunitarios para ir buscando soluciones comunes.

Como en otros municipios de La Habana, los miembros de la Red de Educadores Populares y de la Red Ecuménica Fervor Cuba del CMLK, que ya traían experiencias de trabajo comunitario, se vincularon al proceso. “Han intentado armonizar la actuación de los organismos del Estado que vienen a resolver problemas materiales acumulados, con el trabajo y liderazgo previo que en estas comunidades ya se ha empoderado”, explica Joel Suárez.

Como parte de las acciones emprendidas en Habana del Este, se han formado bibliocasas en algunas comunidades. “Dos jóvenes de Berroa montaron una en la sala de su casa: tienen libros que prestan a los vecinos, hacen talleres con los niños, horas de lectura para los adultos. Es una experiencia muy bonita, que no lleva muchos recursos y que puede ser sostenible en el tiempo”, relata Martínez.

Allí, añade, también partieron de talleres de socialización con el barrio para identificar los principales problemas. “Descubrimos que las acciones constructivas, aunque son súper importantes, no eran las necesidades más sentidas de esa población. Una de sus principales peticiones era ser escuchado, participar del debate”.

Más allá del impulso inicial, los desafíos…

Taller sobre transformación social en barrios vulnerables. Foto: Cubadebate.

Hace apenas una semana, un taller sobre transformación social en barrios vulnerables puso sobre la mesa algunos de los aprendizajes tras casi cuatro meses de trabajo intensivo en esas comunidades. Con la participación de 14 centros de ciencias sociales de la capital involucrados en estas acciones, el evento celebrado en el CIPS avanzó en la integración de experiencias, enfoques y metodologías para sistematizar una labor que consiga trascender la contingencia.

Los desafíos fundamentales también estuvieron bajo la lupa. En primer lugar, explica a Cubadebate el doctor Ovidio D´Angelo, uno de sus participantes, el tejido social requiere renovaciones de fondo en las formas participativas de la población. “El Presidente se ha referido a ello con la idea de profundización del Poder Popular y de fortalecimiento de las organizaciones sociales, así como también de los sistemas y estilos de comunicación social, entre otros”.

Pero esto, dice, requiere de una intención creativa en la generación de nuevas formas y mecanismos de deliberación, involucración en las decisiones y control social, que rebasan los actuales. “Implica una renovación de mecanismos de participación social, de prácticas y reconstrucción cultural en distintos segmentos de la sociedad, entre otras cuestiones”.

En su opinión, los trabajadores sociales representan una fuerza potencial para la creación de mecanismos institucionales favorecedores de desarrollo comunitario participativo, multiactoral e integral. Pero de ahí deriva otro reto: reajustar las capacidades y el funcionamiento de la fuerza que conforman.

“La sociedad cubana tiene una deuda grande con los trabajadores sociales: reencontrar el camino”, confirma la doctora Campoalegre. Para ello, añade, la formación resulta vital. Además, es necesario generar herramientas idóneas para la labor que realizan, atemperadas al contexto actual de la sociedad, en medio de la pandemia y de la actualización del modelo económico.

Pero queda mucho por hacer: la realidad en las comunidades lo confirma. Desde la perspectiva de Lissette Martínez, a veces existe una brecha entre la función real del trabajador social, el papel que debe jugar y lo que realmente está ocurriendo. “En ocasiones se convierte en un repartidor de cosas materiales. Realiza un trabajo meritorio, pero no está lo suficientemente reconocido por nuestras estructuras y se dilatan muchas las soluciones a los problemas”.

En su opinión, el trabajador social debe ser una figura respetada, debe tener capacidad de gestión, tiene que ser un defensor de las personas. “Es un trabajo muy bonito, pero no puede convertirse en un funcionario más. Tiene que atender de manera integral, buscar soluciones, apoyar en la búsqueda de la participación popular; pero no puede caer en él toda la responsabilidad”.

Ernel Gonzales, decano de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología, coincide. El trabajador social tiene una función determinada, que es actuar sobre grupos, pero no sobre grandes grupos humanos, sino sobre una persona o familias o una comunidad pequeña con problemas. Eso sería una intervención social, pero hay que ir más allá.

“Para resolver los problemas de un municipio hay que reunir a todos los factores y todas las profesiones. La solución no está en las manos del trabajador social porque depende de los recursos que la política social le destine”, dice.

Avanzando en la lista de desafíos en la prevención de la marginalidad, otro paso importante tiene que ver con la articulación de formas efectivas de trabajo con los jóvenes. Se trata de identificar sus necesidades y proyectos, convocarlos a participar y hacerlos parte del cambio. Las disímiles anécdotas de muchachos y muchachas en la primera línea de combate frente a la crisis sanitaria confirman que hay allí muchísimas potencialidades.

Sin embargo, advierte la Dra. Elaine Morales Chuco, las políticas de juventud siguen en el limbo porque no hay una institución que verdaderamente coordine política. “La UJC no es una institución para construir políticas públicas, es una organización política”.

Desde su perspectiva, al tratar de duplicar esas dos funciones se han debilitado ambas. “Porque no tiene ya el liderazgo desde el punto de vista político entre la juventuas políticas de juventud, la renovación de los programa de la Revolución en los principios de los 2000, han perdido fortaleza”.

Señala que una parte de la juventud cubana formada en la Isla no está encontrando aquí las respuestas a sus proyectos. “Y tenemos que hacernos las siguientes preguntas: ¿cómo se formaron esos proyectos? ¿con qué referentes contaron?, ¿¿cuáles son las respuestas que necesitan??”.

“Faltan políticas de juventud organizada que asuman esa heterogeneidad y que puedan revertir justamente, la exclusión, la marginación que sienten los jóvenes de distintas áreas”, explica la experta del Instituto de Investigaciones Culturales Juan Marinello.

Cuando preguntamos sobre pistas para trabajar en las comunidades vulnerables, la Dra. Rosa Campoalegre resume: Hay que “estudiar para entender, actuar para transformar y, sobre todo, hay que leer al barrio y dejarlo trabajar”.

Porque no hay forma de lograr un cambio si no se produce desde adentro, incluso en el interior de cada una de las personas. Sin participación popular, reitera Lizette Martínez Luzardo, no hay transformación, hay colorete. “Podemos poner hermosísima una comunidad y que esta siga presentando los mismos conflictos. Además, lo que hagamos se perderá a largo plazo

“Es importante que entendamos que hay muchísimas más soluciones dentro de la comunidad, que las que nosotros podemos ofrecer. Pero para lograr esa participación necesitamos que los que atendemos estos procesos no trabajemos detrás de un buró y tomemos dos o tres decisiones, sino que vayamos a conversar con la gente. Tener en cuenta las indicaciones que vienen de ‘arriba’, pero la última palabra la tiene la gente”.

Hasta el presidente Díaz-Canel, subraya Joel Suárez, ha dado muestras de un cambio cultural con relación a esto, ha apelado a que tengamos el oído allí donde están los que viven en estos lugares. “Pero hay una preocupación también por la sostenibilidad de ese esfuerzo, que debiera quedar para el ejercicio de los gobiernos municipales y las innovaciones que hay que introducir para estimular el compromiso, la esperanza, la participación y dentro de ella el control popular.

“En el municipio que soñamos y deseamos todavía son insuficientes las mediaciones institucionales necesarias para un entorno habilitante, donde se ejerza la participación y dentro de ella el control popular de manera vinculante y efectiva. De manera que la gente se sienta parte, tenga parte, se sienta que es el soberano, el dueño de los destinos de su comunidad y que los funcionarios y el gobierno son servidores públicos del pueblo”.

En esta nueva mirada a los barrios, coinciden los entrevistados, el reto está en impulsar acciones que no sean de contención, sino que den paso a verdaderos procesos de transformación.

(CubaDebate)

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