Florida, 7 dic.- El heroísmo de Antonio Maceo sirvió de inspiración a miles de cubanos que imitaron su ejemplo en los campos de batalla y otras contiendas modernas como la lucha en la Sierra Maestra y en la clandestinidad, en la epopeya de Angola y otras naciones del continente Africano, o en la batalla diaria contra la amenaza imperialista y en defensa de la independencia Patria.
Pero es preciso conocer que ese hombre que vemos sobre pedestales, machete en mano, o que se nos presenta intransigente y enérgico como en la Protesta de Baraguá también fue un humanista ilimitado, portador de los sentimientos más nobles que puedan adornar al individuo, y un amante ferviente de su esposa, de la familia y del hogar.
Así lo demuestra las cartas enviadas a su esposa María Cabrales cuando desde la distancia del destierro le dice: “…consérvate buena y quiere a tu negro que no te olvidara nunca”, -y a continuación le recomienda- “No dejes de escribirme; tus cartas me tranquilizan, siempre que no las recibo creo que estas enferma y eso me preocupa […] saluda a todos los buenos que se acuerden de mí; con recuerdos cariñosos para los niños, y un beso a mi corronguita, mi ahijado, afectos a mi comadre y compadre Casimiro, y tú recibes el corazón de tu esposo que te adora y desea”
La pasión y los celos amorosos tampoco le fueron ajenos al más famoso, disciplinado y temido de los Generales cubanos de las guerras mambisas del siglo XIX.
En otra de sus misivas a María Cabrales, fechada en Pinar del Rio meses antes de su caída en combate en 1896, le informa sobre su saluda la esposa incondicional: “Ya estoy bueno de mi herida. La que recibí después de 76 horas de fuego contra una columna de 12 batallones, ocho escuadrones y seis piezas de artillería…”. Pero al mismo tiempo- y luego de muy pocas letras escritas- le reclama a la compañera de tantos avatares en la manigua redentora: “No soy más extenso porque tú no me escribes,-le dice, y agrega- “Parece que te has olvidado de mí. Parece que la política revolucionaria-mujeril, te tiene fuera de quicio… Dios quiera estés buena, gorda y sana y que nos veamos pronto, para tener el gusto de abrazarte en Cuba libre”.
Así de humano, como tantos otros, era también el Titán de Bronce, el Maceo glorioso, el héroe de Mal Tiempo y de Ceja del Negro, el de las 26 heridas en su cuerpo, ese que nos llena de orgullo cada día y al que rendimos tributo este 7 de diciembre, aniversario 125 de su caída en combate. (Pedro Pablo Sáez/Radio Florida)